Colombia llegó a 2025 con la necesidad urgente de reemplazar su flota de combate. Los Kfir, que durante décadas fueron el corazón del poder aéreo nacional, habían llegado al límite. La Fuerza Aérea Colombiana, a la que Petro le cambió el nombre por Fuerza Aeroespacial, operaba apenas un puñado de unidades plenamente funcionales, y los costos de mantenerlos en vuelo, según los mismos militares, eran cada vez más altos. En ese contexto, el gobierno de Gustavo Petro abrió una negociación con Suecia para adquirir aviones Gripen, una flota de aviones de combate más moderna, con más tecnología y participación industrial local. Aquello marcó el comienzo formal del fin de un ciclo de 35 años y la revisión inevitable de la historia de un avión que definió la guerra en el país desde finales del sigl

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