En la gestión pública, como en la vida institucional, abundan los planes y escasea la programación. Esta carencia no es solo técnica: es ontológica (es decir, relativa a la naturaleza misma del ser y del hacer institucional). Parte de una incomprensión profunda sobre la naturaleza de los proyectos humanos, que no son ocurrencias ni deseos, sino expresiones conscientes que pueden —y deben— ser estructuradas en el tiempo.
Planear no es programar: una distinción necesaria
Conviene, desde el inicio, distinguir entre dos planos que suelen confundirse: por un lado, la elaboración de los programas conforme a la jerarquía establecida en la Ley de Planeación —vigente desde 1983 y reformada en múltiples ocasiones, la última en 2021—, y por otro, la disciplina técnica de la programación de activida

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