20 de noviembre de 2025 - 01:14
Hay palabras que no se pronuncian: se forjan. Nacen del barro, del río, del tiempo que resiste. Entre esas palabras que el pueblo carga sobre la espalda, una se alza como promesa y advertencia: soberanía. No se trata de una mera consigna ni de un eco de guerra. Es una respiración antigua que aún nos pregunta quiénes somos y quiénes queremos ser.
Viene del latín superanus/superana: aquello que está por encima, no en jerarquía sino en conciencia. Lo soberano es lo que se alza sin humillar, lo que permanece en pie aun cuando todo alrededor se inclina. Ser soberanes —decirnos soberanes— es vestir el alma de dignidad. Es mirar el mundo de frente, sin pedir permiso para existir.
Pero cuando la soberanía se delega, el pueblo se vuelve inquilino de su propio dest

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