El 19 de noviembre de 1975 yo tenía 24 años y, habiéndome graduado en Barcelona en Derecho y en Periodismo, trabajaba en la redacción de noche del Diario de Mallorca en Palma, mi ciudad natal.
Al llegar la madrugada me despedí de mis compañeros sin saber que la noticia que llevábamos meses – o incluso años – esperando iba a producirse pocas horas después.
En efecto, a las cinco y media de la mañana del día 20 recibí una llamada telefónica -entonces no había móviles ¡ - y me dijeron: “ya se murió; ven en seguida a la redacción”.
Me vestí, y antes de marchar les di la noticia a mis padres, aún acostados; mi padre dijo en un suspiro: “! Por fin ¡”
Llegué a la redacción junto con todos los redactores y técnicos, y el entonces director del periódico, ya fallecido, Antonio Alemany, nos invitó a un desayuno especial de chocolate caliente con ensaimadas. Más tarde vendrían los brindis con champán o cava y de cada uno en la clandestinidad de nuestras casas…
Dos días después, el 22 de noviembre, vimos en nuestras pantallas de televisión en blanco y negro el juramento de fidelidad a los “Principios del Movimiento ” y a las leyes de la dictadura a cargo del nuevo monarca designado por el dedo del difunto dictador, Juan Carlos de Borbón, que le tomó el presidente de las Cortes franquistas, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, con la coda final – lo recuerdo perfectamente: “Desde el recuerdo perpetuo de Franco, viva España y viva el Rey ¡
Quedaba meridianamente claro que el nuevo monarca accedía al trono abandonado por su abuelo Alfonso XIII el 14 de abril de 1931 por un solo y único motivo: la voluntad del dictador difunto.
Cincuenta años después todos los demócratas y antifranquistas que vivimos aquellas jornadas históricas y de las nuevas generaciones no intoxicados por el virus ultraderechista que intenta glorificar el período más negro de nuestra historia, celebraremos con gozo el cincuentenario de la muerte del tirano sanguinario que muchos esperábamos desde hacía años. Y es justo, necesario y saludable que así se haga, y sobre todo que los actos organizados en este sentido por el Gobierno de coalición PSOE -SUMAR tengan un carácter esencialmente didáctico para que los más jóvenes aprendan de verdad lo que fue todo aquello y no sientan la enfermiza y desviada tentación de repetirlo como algunos indeseables pretenden inculcarles. Sin memoria no puede haber democracia.
Sin embargo, no pienso celebrar de ningún modo el cincuentenario de una monarquía que nos fue impuesta y que nunca hemos refrendado democráticamente. Porque, a juicio de quien esto escribe, esa monarquía borbónica reinstaurada por Franco fue y sigue siendo esencialmente ilegítima.
El propio Juan Carlos de Borbón, cuyas tropelías de todo tipo hemos ido conociendo y que goza de escandalosa impunidad para ir y venir cuando le venga en gana desde su dorado “exilio” en Abu Dhabi, ha reconocido en la presentación de sus ominosas “memorias” que todo, empezando por el trono, se lo debe al dictador Franco, por quien proclama su cariño y su respeto defendiendo además su bochornoso y despótico legado.
Pues bien, además de la ridícula ceremonia palaciega prevista para el día 22 con el grotesco reparto de toisones de oro a cargo de Felipe de Borbón, hijo del corrupto prófugo y nieto político del Tirano, y que se descalifica por sí misma y por algunos de sus recipiendarios – ¡que les aproveche! -, lo que sí me parece grave es que el Congreso de los Diputados elegido democráticamente y que representa la soberanía popular celebre con una sesión extraordinaria en la jornada del día 21, el cincuentenario de una monarquía que nos fue impuesta y que está afectada por un vicio de legitimidad de origen del que nunca se ha desprendido.
Como ciudadano demócrata, republicano y de izquierdas quiero confiar que los ministros y ministras, diputados y diputadas y otros altos cargos del Estado con sentido democrático y que respeten el principio supremo de la soberanía popular se abstengan de asistir y de tomar parte en un acto que – aunque no se diga públicamente -no hace más que tratar de legitimar una institución desigual, injusta, antidemocrática, corrupta y – sobre todo – heredera del franquismo- como es la monarquía borbónica.
Celebraré con gozo el cincuentenario de la muerte del tirano que me robó mi juventud el 20 de noviembre; no celebraré nada ni el 21 ni el 22, ni acataré nunca una monarquía lastrada por su origen franquista y – a mis 74 años – tratare de mantenerme en vida y poder celebrar algún día una efeméride similar al 14 de Abril de 1931, el día más hermoso de la historia de la España contemporánea. ¡Viva la República

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