Escocia siente una rara pasión por los gatos. La población de Saint Andrews adoptó hace 20 años a un felino comunal, llamado Hamish McHamish –sí, le pusieron apellido–, que rondaba por los domicilios particulares a su antojo. A su muerte, los vecinos organizaron una colecta para financiar una estatua ubicada frente a la iglesia de la Santísima Trinidad. También en Escocia, otro gato llamado Buster apareció hace tres años en el castillo de Huntly, hogar del histórico clan Gordon, y decidió quedarse. El personal del castillo, que es ahora un espacio turístico, le acogió con cariño. Buster, además de dormir en salas a las que los humanos comunes no tienen acceso, se buscó el trabajo de rondar los dominios de Huntly poniendo coto a los perros de los turistas cuando se pasaban de curiosos. Bust

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