LA vida institucional española vive un momento cada vez más alarmante. Nuestra democracia sufre de carcoma. Y las larvas que la horadan no son de escarabajos, sino que tienen su origen en la clase política. Su voracidad por alimentarse de los cimientos del sistema está debilitando su estructura y es necesario actuar para evitar su colapso.

En una sola semana tenemos hechos suficientes para afirmar que los españoles necesitamos librarnos de esta plaga: cuanto antes. En apenas tres jornadas, un ex ministro y ex secretario de Organización del partido en el poder se enfrenta a una petición de pena de varios decenios porque supuestamente se lucró de forma supuestamente ilegal tomando decisiones para beneficiar a terceros dispuestos a pagar por ello. Y lo habría hecho en cuanto llegó al Gobiern

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