De mediados de los 90, uno más de entre muchos y muchas más de Arróniz, cuyos veranos era salir a la puerta de tu casa (a la fresca) con todo hijo de vecino, donde una piedra o un palo daban para mucho, ir a la huerta era una simple rutina, ayudar en la tierra que labraba tu familia era “lo que tocaba”, andar en bici hasta los confines de nuestros caminos, o ser arquitectos de cabañas era lo más común… y uno más de a los que nunca nos ha faltado un “¿y tú de quién eres majo?”.
Viejas costumbres que perduran en los pueblos, tan viejas como lo es el desamparo que sufren estos territorios por parte de las instituciones. Últimamente en Navarra estamos viendo cómo, ya que hablamos de juegos, nuestros ayuntamientos son unos expertos en el escondite, además, con trampas. Es sabido que la prolife

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