Björk cumple 60 años este 21 de noviembre, y lo primero que uno piensa es que cuesta imaginar a alguien tan eternamente vinculada a lo experimental soplando velas como si tal cosa. Probablemente ella, fiel a su estilo, lo celebre en algún fiordo, alimentando con notas imposibles una criatura mitológica o grabando sonidos de hielo derretido. Pero ésa es precisamente la gracia: Björk s iempre ha sido un territorio aparte, un planeta al que uno viaja sabiendo que, a la vuelta, no va a ser exactamente el mismo.

Su figura ha tenido tantas lecturas —visionaria, excéntrica, adelantada a su tiempo, artista total— que, a veces, se olvida lo más obvio: Björk ha sido, durante cuatro décadas, una de las fuerzas creativas más influyentes de la música contemporánea. Y lo curioso es que ha logrado

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