«Me iba a dormir con el miedo de no volver a ver a mis abuelos al día siguiente ». Tras estallar la guerra en Ucrania , Kristina Shevchenko, una joven originaria de este país y ahora residente en Fuerteventura, pasaba las noches refugiada en el sótano de su vecina . El de su casa apenas tenía calefacción y tampoco estaba acondicionado para que alguien descansara allí. Lo usaban más bien para almacenar comida. «Mis hermanos y yo t uvimos la suerte de resguardarnos en su casa , pero mis abuelos tuvieron que quedarse en la nuestra porque no había hueco para todos», detalla. Hasta 20 personas se protegían allí de la guerra . Sus abuelos, priorizando el bienestar de sus nietos, asumieron la peor parte del conflicto . «Cada vez que oscurecía y me tenía que despedir de ellos

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