Según el crítico y escritor Orlando Araujo, Rómulo Gallegos llevó la novela criollista a su máxima expresión, otorgándole un carácter perdurable. El ejemplo más evidente es su célebre «Doña Bárbara» (1929); sin embargo, otras obras como «La trepadora» (1925) continúan despertando interrogantes existenciales.

En esta novela, Gallegos retoma la ambición de los grandes narradores del siglo XIX: mostrar la crudeza social y el detalle de las relaciones humanas, especialmente a través de las genealogías familiares. El paralelo más claro se encuentra en Émile Zola y su saga de los Macquart, donde personajes como Naná encarnan la tensión entre belleza, deseo y degradación social. Naná, artista fallida, asciende en la escala social mediante la prostitución.

Gallegos condensa esa mirada en una sol

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