" Me atravesó ": asegura Agustina de Alba al momento de recordar la primera visita que hizo a una bodega de vinos en Mendoza. Como si fuera un experiencia mística, cuenta que tenía tan solo 15 años cuando le pidió a su papá en unas vacaciones poder realizar esa excursión que marcó el resto de su vida. "No lo busqué. Entré y me puse a llorar ", relata sobre ese fuerte sentimiento que se apoderó de ella y le marcó su exitoso camino profesional.
Sobre esa experiencia superior, dice a revista GENTE desde su bello atelier ubicado en Recoleta: "Era muy loco porque fue una revelación en la que no pensaba. Solo sentía piel de gallina. Pensá que mi papá ni toma vino. Para él era rarísimo. Fue algo que literalmente se me apareció...".
Luego de ese primer "llamado", Agustina hizo todo

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