Antes de convertirse en la figura imponente que hoy domina los cuadriláteros, Rugido pedaleó durante siete años un bicitaxi por las principales calles de la alcaldía Azcapotzalco.

Con cada viaje, el esteta no sólo transportaba pasajeros, sino también sueños: el de costear sus entrenamientos para iniciar su andar en el pancracio.

Ese esfuerzo cotidiano, marcado por el crujir de las llantas y el eco de su respiración, fue el verdadero gimnasio donde formó su carácter y en el que aprendió que la lucha no empieza en la arena..., sino en la vida misma.

“Tenía 18 años, mi padre tenía un bicitaxi. Yo, por vergüenza de llegar a casa y saber que tenía comida y un lugar en el que dormir, me puse a trabajar allí. Aprendí a valorar cada peso, pagué rentas, escuela y es una lección que pued

See Full Page