En la nueva Frankenstein de Guillermo del Toro hay un detalle silencioso que se repite: Víctor Frankenstein —interpretado por Oscar Isaac— bebe leche. De niño, de adulto, en cenas familiares, incluso en un momento solemne en el que le presentan una botella de leche como si fuera vino. En el lenguaje gótico, ese gesto simboliza inocencia, pureza, dualidad.

Pero más allá de la metáfora, algo llama la atención: ese debate silencioso que toca nuestra vida diaria. Víctor bebe leche sin dudar. Nosotros, no tanto. ¿Entera? ¿Semi? ¿Desnatada? Porque, a diferencia del cine, en el mundo real ni siquiera la ciencia tiene claro qué leche deberíamos estar tomando. Bienvenidos al laberinto lácteo.

Un alimento cotidiano en un debate imposible. El debate no es trivial. Hablamos de un alimento que s

See Full Page