A escasos meses de la creación del flamante Tribunal de Disciplina Judicial del Estado de Chihuahua (TDJ), su presidente, el licenciado Francisco Acosta Molina, declaró —con la seriedad de quien se cree sus propios infundios— que el órgano “se ha consolidado como el más avanzado del país en procesos, estructura y presupuesto”; según él, así se lo hicieron saber los demás tribunales del país en una reunión ad hoc. ¿Nadie le recordó el refrán “en tierra de ciegos, el tuerto es rey”? ¿Se puede presumir ser primus inter pares cuando la administración de justicia en México hace agua por todos lados? Hay que ser muy irresponsable —o muy ingenuo— para no verlo.
Vamos a los hechos: un tribunal con cien denuncias en sesenta días de funcionamiento no es un “caso de éxito”; es un síntoma de podredum

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