BRASILIA, Brasil (AP) — El expresidente brasileño Jair Bolsonaro comenzó el martes a cumplir su condena de 27 años de prisión por liderar un intento de golpe de Estado, para sorpresa de muchos en la nación sudamericana que dudaban que alguna vez terminaría tras las rejas.

El juez del Supremo Tribunal de Brasil, Alexandre de Moraes, quien ha supervisado el caso, dictaminó que el exmandatario permanecerá en custodia después de ser arrestado preventivamente el sábado.

Partidarios y detractores del atribulado líder se reunieron fuera de la sede de la policía federal desde que se emitió la orden, algunos pidiendo su liberación y otros brindando por su encarcelamiento.

El líder de extrema derecha había estado bajo arresto domiciliario desde agosto y fue detenido el sábado después de tratar de romper su monitor de tobillo. Bolsonaro atribuyó este intento a “alucinaciones”, una afirmación que De Moraes desestimó en su orden de arresto preventivo.

Bolsonaro no tendrá ningún contacto con los pocos internos en la sede de la policía federal. Su habitación de 12 metros cuadrados tiene una cama, un baño privado, aire acondicionado, un televisor y un escritorio, según la policía federal.

De Moraes determinó el martes que la defensa de Bolsonaro había agotado todas las apelaciones de su condena. Sus abogados no están de acuerdo y prometen seguir presentando solicitudes de arresto domiciliario debido a la mala salud del exlíder. El juez del Supremo Tribunal ya ha fallado en contra.

“No hay posibilidad legal de ninguna otra apelación”, dijo De Moraes en su decisión.

Las leyes en Brasil también habrían permitido que el hombre de 70 años fuera trasladado a una penitenciaría local o a una prisión en una instalación militar en Brasilia, la capital.

El expresidente y varios de sus aliados fueron condenados por un panel de jueces del Supremo Tribunal por intentar abolir la democracia de Brasil tras su derrota electoral en 2022.

El complot incluía planes para asesinar al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, al vicepresidente Geraldo Alckmin y al juez De Moraes. El plan también involucraba incitar a una insurrección a principios de 2023.

El expresidente también fue declarado culpable de cargos que incluyen liderar una organización criminal armada y de intentar la abolición violenta del estado de derecho democrático.

Bolsonaro siempre ha negado haber cometido delito alguno.

Fuera del edificio de la policía federal, alrededor de una docena de partidarios de Bolsonaro vestidos con los colores amarillo y verde de la bandera brasileña protestaron y pidieron al Congreso que aprobara un proyecto de ley para otorgar algún tipo de amnistía al expresidente y sus aliados.

“Estoy indignada. Este es el mejor presidente de mi vida, mi amigo. Es una gran injusticia”, dijo Eliane Leandro, de 61 años, una ferviente partidaria de Bolsonaro que dice que irá a la sede de la policía federal todos los días hasta que sea liberado. “Te odio, Alexandre de Moraes. Mereces el infierno”.

La concejala de São Paulo, Keit Lima, de 34 años, tenía sentimientos muy diferentes. Llevó champán y lo compartió con otras mujeres negras que habían venido de una marcha en Brasilia para celebrar el encarcelamiento de Bolsonaro.

“Hoy podemos respirar y seguir luchando por nuestra democracia”, dijo Lima. “Nuestra democracia es joven, pero queremos que viva mucho tiempo”.

Otros dos condenados, Augusto Heleno y Paulo Sérgio Nogueira, ambos generales del Ejército, fueron enviados a la instalación militar de Brasilia para cumplir sus condenas. El exministro de Justicia, Anderson Torres, está encarcelado en la penitenciaría de Papuda, también en la capital brasileña.

El almirante Almir Garnier cumplirá su condena en instalaciones de la Marina en Brasilia.

El compañero de fórmula de Bolsonaro y exministro de Defensa, Walter Braga Netto, otro general del Ejército, permanecerá en prisión en instalaciones militares en Río de Janeiro.

De Moraes también confirmó que el legislador y exjefe de la agencia de inteligencia de Brasil, Alexandre Ramagem, está prófugo en Estados Unidos.

Bolsonaro sigue siendo una figura clave en la política brasileña a pesar de quedar inhabilitado para postularse a cualquier cargo, al menos hasta 2030, luego de un fallo del máximo tribunal electoral. El primer día de su condena debería marcar una extensión de ese plazo hasta 2033.

Las encuestas muestran que sería un candidato competitivo en las elecciones del próximo año si se le permitiera postularse.

El exmandatario es un aliado del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien ha calificado el juicio del exlíder brasileño como una “cacería de brujas”. Bolsonaro fue mencionado en una orden emitida en julio por la administración estadounidense para aumentar 50% los aranceles a varias exportaciones brasileñas.

Las relaciones entre ambos países han mejorado desde entonces, e incluso Lula y Trump se reunieron en Malasia en la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) en octubre. La mayoría de esos altos aranceles han sido eliminados.

Además de los impuestos a las importaciones brasileñas, Estados Unidos también sancionó a De Moraes y a otros funcionarios brasileños.

Las medidas en apoyo de Bolsonaro no tuvieron el efecto deseado y el juicio procedió de todos modos. La popularidad de Lula se vio impulsada por la percepción de que estaba defendiendo la soberanía nacional.

Bolsonaro no es el primer expresidente en pasar tiempo tras las rejas. Su predecesor, Michel Temer (2016-2018), e incluso Lula, también han estado en prisión. Fernando Collor de Mello, quien gobernó entre 1990 y 1992, está actualmente bajo arresto domiciliario debido a una condena por corrupción.

Bolsonaro es el primero en ser condenado por intentar un golpe de Estado.

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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.