Quien navega el Delta suele ver filas prolijas de álamos, algunos rodeos y el movimiento constante de los arroyos. Sin embargo, entre todo eso, un proceso menos visible está cambiando la composición del paisaje: la reintroducción del monte blanco, el bosque nativo que caracterizó históricamente a estas islas.
¿Puede una región productiva volver a tejer parte de su trama natural sin perder rendimiento? Esa es la pregunta que guía a un proyecto interinstitucional que ya transformó varias parcelas y que busca sumar evidencia para ampliar la escala.
La iniciativa abarca casi cinco hectáreas donde se plantaron más de 600 ejemplares de 22 especies nativas . El plan no es volver a un escenario previo a la actividad humana, sino incorporar funciones ecológicas que ayuden a sostener la

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