El puente de Brooklyn capta las miradas de todo el que visita Nueva York y no es casualidad. En el momento de su inauguración, esta obra de ingeniería se convirtió en el puente colgante más grande del mundo con 1825 metros de largo y con una luz entre pilares de 486,3 metros. La belleza del monumento pronto lo convirtió en un símbolo de la literatura y del cine. Y ahora no hay visitante que se marche de la ciudad sin tener una foto de recuerdo en su teléfono móvil.
Para contemplar esta pasarela hay que ir hasta Estados Unidos, pero en nuestro país tenemos casi una réplica desconocida por muchos. Se trata del Puente colgante de Amposta , que se levanta sobre el río Ebro a su paso por este municipio tarraconense de poco más de 22.000 habitantes. Todo un símbolo de esta localidad catalana.
Inspirado en el puente de Brooklyn
Como todo puente, la iniciativa para construir esta infraestructura partió de una necesidad de mejorar las comunicaciones entre los pueblos del entorno y como zona de paso en el Mediterráneo. Hasta su construcción, la única forma de atravesar el río en esa altura era con los pasos de barca, algo insostenible a lo largo del tiempo dada su ubicación geográfica.
El proyecto se empezó a fraguar en 1906, aunque no se adjudicó hasta 1914. La idea ganadora fue la de José Eugenio Ribera por su propuesta técnica y estética, recuerdan desde el Ayuntamiento de Amposta. Así, el ingeniero ideó un puente suspendido sobre el río que permitía la navegación fluvial y que se levantaba a gran altura, evitando así efectos de posibles riadas.
El Puente Colgante de Amposta también destaca por su estética inconfundible y con un hermano mayor que le sirvió de inspiración a miles de kilómetros, el Puente de Brooklyn de Nueva York. De hecho, se considera el segundo puente colgante del mundo construido con el sistema de hormigón armado después del estadounidense, aunque seguramente no acapare ni la mitad de la atención y fama que atesora el primero.
Más allá de sus semejanzas con el puente de Brooklyn , la pasarela supuso todo una obra de ingeniería para la época. Además de ser el segundo puente colgante del mundo construido como hormigón armado, hasta muy entrado el siglo XX fue el de más luz del país y el cuarto de Europa.
Según detalla el consultorio, el puente se caracteriza por las dos pilastras de piedra de 24 metros de altura en forma de arco de triunfo en los extremos. También llama la atención su sistema de cableado.
Sin embargo, esta infraestructura no siempre ha estado de una pieza . Durante la Guerra Civil fue destruido, una acción valiosa teniendo en cuenta que era un sitio de paso y facilitador de las comunicaciones. Fue reconstruido y remodelado en varias ocasiones, aunque siempre siguiendo el modelo original que lo consagró como una innovadora obra de ingeniería con apariencia neoyorkina.

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