El hundimiento del terreno y la escasez de agua en Teherán constituyen una amenaza cada vez más evidente para la estabilidad de Irán . La capital se asienta sobre acuíferos agotados y el suelo se deforma a un ritmo alarmante. Las reservas de agua dulce se vacían y las infraestructuras muestran signos de fatiga por la presión subterránea.

La situación limita el crecimiento urbano y compromete la seguridad de millones de habitantes, mientras la falta de lluvias acelera un proceso de degradación que ya altera la vida de sus ciudadanos. Esta cadena de desequilibrios naturales ha forzado al Gobierno a replantear la permanencia de la capital en una zona incapaz de sostener su población .

El Gobierno convierte la crisis ambiental en una prioridad nacional

El colapso ambiental ha convertido el riesgo geológico en asunto de Estado. Los estudios recientes sitúan el descenso del terreno en más de 20 centímetros anuales , una cifra que compromete edificios, carreteras y redes de suministro. El fenómeno procede del vaciado de los acuíferos que alimentaban la ciudad, cuyas reservas han quedado por debajo de los niveles críticos. La sequía prolongada y la evaporación acelerada reducen los caudales de los embalses que antaño aportaban la mayor parte del agua consumida. Las consecuencias ya se perciben en la estructura urbana : grietas en viviendas, hundimientos parciales y deformaciones del asfalto .

La capital iraní vive una situación límite por la combinación de sequías prolongadas y un terreno que se deforma cada año

Masoud Pezeshkian , presidente de Irán, reconoció públicamente la magnitud del problema al anunciar la decisión de trasladar la capital. “ Ya no tenemos alternativa ”, dijo en una intervención televisada. “Proteger el medio ambiente no es una broma. Ignorarlo significa firmar nuestra propia destrucción”, dijo. Por primera vez en la historia moderna del país, un cambio de sede política se plantea como medida de supervivencia y no de conveniencia política .

Las primeras proyecciones financieras revelan que el coste del traslado oscilará entre 77.000 y 100.000 millones de dólares , una carga enorme para una economía presionada por sanciones y falta de inversión exterior. Dos consejos nacionales evalúan la viabilidad de construir nuevas ciudades litorales que puedan alojar a parte de la población y a la administración central. Las estimaciones incluyen la creación de infraestructuras básicas, puertos, carreteras y viviendas suficientes para absorber el desplazamiento de decenas de miles de funcionarios.

Teherán consume casi una cuarta parte del agua del país, pese a concentrar menos de una quinta parte de su población. Las lluvias anuales apenas alcanzaron 140 milímetros frente a un promedio de 260 . El propio Pezeshkian advirtió que la situación se mantiene “igual de crítica este año”. Los embalses ya no cubren la demanda y el bombeo de aguas profundas agrava el hundimiento del terreno. Asimismo, la extracción excesiva de subsuelo destruye el soporte natural del terreno y acelera su colapso.

El litoral del golfo de Omán se perfila como refugio futuro

El objetivo declarado es garantizar la supervivencia frente al avance del desierto. La franja costera de Makran , junto al golfo de Omán, figura como alternativa. El plan persigue situar la nueva capital en un punto con salida al mar y posibilidad de desarrollo comercial , aunque las temperaturas extremas y la falta de agua dulce convierten la empresa en un desafío importante. Pezeshkian alertó de que “el desarrollo sin considerar el impacto sobre los recursos solo puede generar destrucción”. El traslado implicará, además, la creación de sistemas de desalación y redes energéticas adaptadas a un clima árido.

Teherán encara el límite de su modelo urbano

El litoral escogido ofrece una puerta hacia las rutas marítimas del Índico, pero requerirá inversiones masivas en infraestructuras básicas antes de recibir a los organismos estatales. Las previsiones apuntan a que el proyecto tardará varios años en materializarse , mientras Teherán seguirá perdiendo estabilidad.

Los expertos internacionales comparan la crisis iraní con otras capitales amenazadas por el agotamiento del agua. Yakarta, en Indonesia, ha iniciado el traslado de su gobierno a Nusantara tras hundirse en terreno pantanoso por la sobreexplotación del subsuelo. Nigeria cambió su capital de Lagos a Abuya en 1991 y Birmania hizo lo mismo en 2005, moviendo la administración a Naipyidó.

La capital ha resistido más de dos siglos en el mismo emplazamiento . Su transformación en un área cada vez más seca evidencia los límites del modelo urbano. La advertencia presidencial de dirigir el desarrollo hacia el golfo Pérsico resume una realidad irreversible: Teherán, Karaj y Qazvín se enfrentan a una crisis hídrica que no admite soluciones rápidas. El Gobierno busca evitar que esa carencia de recursos arrastre al país a un punto de colapso irreversible.