Lucía Solla Sobral escribe sobre el maltrato, la familia, la pérdida, la soledad y los TCA en una historia dura, realista y cruda; donde no ha renunciado a contar todos los matices, incluidos los más incómodos
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“Cambiar de escenario no hace que los problemas desaparezcan. Los mueves de sitio, los paseas por parques diferentes, los llevas a otras terrazas, los enredas en tu coletero. Miradas nuevas, sonrisas nuevas, librerías nuevas, películas nuevas. El corazón late diferente y se nota desde fuera. Siempre parece que la temperatura es muy agradable y si llueve no pasa nada. Pero ahí están los problemas, abrasándote la sangre”. Porque de nada vale mirar hacia otro lado, sacarse el máster en 'tapar', desdibujarse, alejarse de los tuyos y de hasta de ti misma. Los problemas persisten, como experimenta Marina, la protagonista de Comerás flores (Libros del Asteroide), la primera novela de Lucía Solla Sobral.
Marina es una joven que podría ser tantas de nosotras, tantas de nuestras amigas. Y Jaime, su nuevo novio, tantas de las parejas de nuestras amigas de las que les hemos recomendado alejarse lo máximo posible. Pero no todo es tan sencillo, no todo es 'A' o 'B', no todo se siente y nota desde la superficie, ni desde los inicios. Y ahí es donde está uno de los grandes logros del libro de esta autora gallega: haber sabido captar todos los matices, sin renunciar a los más incómodos, para hablar sobre el maltrato, la familia, la pérdida, la soledad y los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Lo hace a través del cuidado y del respeto absoluto a su protagonista. Una mujer que 'cae' en las garras del prototipo de 'hombre perfecto', mayor que ella, que acabará por consumirla y vampirizarla. El punto de partida de la novela para la escritora fue leer En la casa de los sueños, de Carmen María Machado, que aborda la violencia, pero entre mujeres. “Me voló la cabeza porque nunca lo había pensado, me desbloqueó muchas historias de mis amigos y mías también”, reconoce.
Aquello le llevó a darse cuenta de que no existían muchos relatos sobre el maltrato desde el punto de vista de la víctima, y por ello optó por usar la primera persona y mostrar su complejísimo y doloroso viaje interior. “Llega un punto en el que ella sabe que no está bien lo que está viviendo y me parecía importante poner el foco ahí, intentar entenderla, porque parece que si eres lista, tienes una formación y una hermana muy feminista, si aun así caes ahí, ¿es que eres tonta?”.
Su maltratador no genera sospechas en un primer momento. “Es un hombre guapísimo, modernísimo, con un montón de dinero y reconocimiento en la sociedad. No sé cómo nos imaginamos a los maltratadores, pero seguramente no como superqueridos y reconocidos”, explica, “y además tiene una hija que podría ser la que desentonara, pero que valida todos sus comportamientos porque ella también los sufre”. En su descenso al horror, en ese poco a poco darse cuenta de lo que realmente está ocurriendo, en la víctima operan elementos como la culpa y la vergüenza, que dificultan todavía más la capacidad para pedir ayuda y encontrar una salida: “No es capaz de contarle a su amiga que le está haciendo daño porque se siente estúpida”.
“Al hablarlo con mis amigas teníamos esa sensación de que fue nuestra responsabilidad por haber accedido a eso [cada una con su situación y circunstancias], porque somos chicas que nos creemos listísimas, vamos a manifestaciones y leemos un montón, pero por desgracia eso no te asegura nada”, comenta. Claro que cuanto más sepas, “más probabilidades hay de evitar esas 'red flags', pero si estás en un mal momento o en uno en el que quieres amor, puedes acabar ahí”. Lucía Solla Sobral valora que la educación afectiva recibida no ayuda, dado que “si la máxima aspiración es acabar con el hombre de tus sueños y lo que tu familia espera es que encuentres al amor de tu vida, eso como si se creara una ceguera”.
Dejar de comer para tapar
“Jaime es como un Frankenstein de los ex de todas las amigas que tengo”, reconoce la escritora sobre la construcción del personaje. La parte de explicar la rabia que le generaba la existencia de hombres así le resultó “sencillo” de contar, pero no tanto la fase de enamoramiento: “Mi mayor preocupación era que no se la prejuzgara cuando se leyera, que tú sepas lo que va a pasar, pero que aun así la acompañes y simpatices”.
Si por la educación afectiva que recibimos nuestra máxima aspiración es acabar con el hombre de tus sueños y lo que tu familia espera es que encuentres al amor de tu vida, esto crea una especie de ceguera
Marina arranca el libro con el duelo por haber perdido a su padre, que aparentemente logra superar “enganchándose” a Jaime. Sin embargo, pronto es el sufrimiento que este le causa el que seguidamente necesita igualmente tapar. “La única señal que da de que algo va mal es que adelgaza un montón, pero como la sociedad ve adelgazar como algo tan bueno, lo primero que recibe es un refuerzo positivo de que está estupenda”, describe. “Me parecía importante meter el cuerpo por la presión que tenemos social y dentro de nuestras parejas, de comentarios que nos hacen que parecen halagos. De hecho, Jaime siempre está alabando su cuerpo”, indica sobre un hecho que, siendo ella una mujer “muy insegura” acaba leyendo como que si en algún momento engorda, “tendrá como castigo no gustarle más”.
Este mecanismo es muy perverso, pero tristemente real, y muy poderoso. Los TCA engullen a quienes los padecen, consumiéndoles y generando un problema muy grave, ideal para 'tapar' cualquier otro. “Parece que tanto el maltrato psicológico como la bulimia son algo de adolescentes y que si tienes 20, 30, 40 o 60 años no puedes tenerlos”, opina advirtiendo sobre el peligro de “normalizados” que están. Para documentarse de cara a la novela, buceó en redes sociales al respecto y le espantó todo lo que encontró.
Una de las escenas más crudas del libro relata cómo la protagonista se enfrenta por primera vez al váter de su casa, para vomitar. “Encontré un montón de foros donde explican cómo vomitar. En TikTok no se puede decir explícitamente, pero sí que hay vídeos con fuentes de comida que acompañan con mantequilla porque por lo visto ayuda a que resbale mejor al provocarse el vómito”, señala sobre algo que quedaba reflejado en comentarios en las publicaciones, donde una usuaria reconocía que gracias a la mantequilla una de las usuarias había logrado perder ya veinte kilos con las purgas. También encontró trucos para evitar que se note que los dedos se van poniendo cada vez más amarillos por el mismo motivo. “Todo esto está ahí y está abierto para que cualquiera lo busque. Igual que puedes buscar donde actúa hoy tu grupo favorito puedes buscar cómo es más fácil vomitar. Es terrorífico”, lamenta.
Igual que puedes buscar en Internet donde actúa hoy tu grupo favorito puedes buscar cómo es más fácil vomitar. Es terrorífico
“A lo mejor Marina vomita, pero cuando un día te comes una hamburguesa y al día siguiente lo compensas machacándote en el gimnasio y sintiéndote mal, por mucho que no tengas 15 años y no parezca que estás anoréxica, hay un TCA. Puedes tener bulimia y sufrir maltrato a cualquier edad”, apunta. El control sobre la alimentación de Marina es otra de las capas del maltrato que ejerce Jaime sobre ella, que le obliga incluso a comer carne pese a que ella es vegana. También le regala ropa más grande que necesita y compara su cuerpo con el de su hija. “Todo eso va haciendo mella”, afirma la autora.
Pese a la complejidad de la historia, Lucía Solla Sobral quiso dar tregua a su protagonista y no mostrar un discurso derrotista. “Quería que pasara algo también bueno, porque es un machacón tras otro. Tuve que equilibrar para que no fuese un final perfecto, pero sí que hubiera esperanza. No es un manifiesto ni un manual, pero quería que quien pasara por esto o tuviera a una amiga que le pasase, vea que se puede”, concluye.

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