La curvatura de la Tierra es un hecho científico conocido desde hace milenios, pero al movernos a nivel del suelo esa forma se vuelve imperceptible y nuestro cerebro interpreta el horizonte como una línea plana e infinita. Esta ilusión visual se debe a que nuestros sentidos solo abarcan distancias reducidas, incapaces de revelar la forma real de un planeta que supera los 12.700 kilómetros de diámetro.
Los antiguos griegos ya tenían claras estas limitaciones perceptivas. Aun así demostraron la esfericidad terrestre mucho antes de la era moderna, apoyándose en observaciones empíricas sorprendentes para su época. Aristóteles recopiló pruebas tan simples como el modo en que los barcos desaparecen en el horizonte, mientras que Eratóstenes calculó con notable precisión la circunferencia del p

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