La decisión del presidente Javier Milei de designar como ministro de Defensa, en reemplazo del exradical mendocino Luis Petri, cooptado por La Libertad Avanza, al jefe del Ejército, general Carlos Presti (que seguirá en el servicio activo) constituye una medida de gran densidad política.
Más allá de la personalidad del futuro ministro (asumirá el 10 de diciembre) y aún de las ideas (liberales) que se le atribuyen, su nombramiento como miembro del gabinete tiene un significado más profundo: pone prácticamente un punto final a la extendida penitencia que el sistema político impuso a las Fuerzas Armadas después de la derrota en Malvinas y de la retirada del régimen tiránico inaugurado en 1976 con el derrocamiento de Isabel Martínez de Perón .
Algunos críticos de la medida han sostenido que

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