Hay historias que empiezan con una huida. La de Juan Guillermo Zuluaga comenzó así: con una madre que empacó lo necesario, tomó a sus hijos de la mano y dejó Medellín para protegerse de la violencia intrafamiliar. Él tenía seis años. No sabía que ese viaje, larguísimo en su memoria, sería el punto de partida de todo lo que vendría.

San José del Guaviare fue su primer territorio. Allí creció mientras su mamá trabajaba en la lavandería del hospital y él empezaba a entender el país desde abajo, desde lo cotidiano. Recuerda el barro, las distancias, los inviernos interminables y la sensación de que vivir era adaptarse constantemente.

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Pero la vida volvió a moverse. El compañero de su mamá fue asesinado y, con esa pérdida, lleg

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