Un hallazgo casi accidental en un laboratorio de la Universidad de Michigan podría transformar el tratamiento de ciertos tipos de cáncer. A inicios de los años 2000, la investigadora Zhen Xu buscaba alternativas para eliminar tejido enfermo sin recurrir a procedimientos quirúrgicos. Su objetivo era claro: encontrar una solución menos invasiva para pacientes con tumores.
Durante sus pruebas con ultrasonido de alta frecuencia en corazones de cerdo, Xu utilizó un amplificador tan potente que sus compañeros comenzaron a quejarse del ruido. Para evitar molestias, decidió aumentar la frecuencia de los pulsos ultrasónicos, una modificación que no solo redujo el sonido, sino que también mostró un resultado inesperadamente eficaz: el tejido comenzó a desintegrarse en cuestión de minutos.
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