Vivimos instalados en una paradoja: buscamos tranquilidad, pero nos alimentamos de prisas. Queremos sentir serenidad, pero metemos nuestra cabeza en un torbellino de notificaciones, expectativas y urgencias que no existen. Y así, poco a poco, vamos olvidando lo único que nos sostiene de verdad: el presente. El presente es simple, silencioso, honesto. Es el único lugar donde se cocinan los avances reales, donde uno se aclara, donde el alma respira. Pero lo hemos cambiado por algo que se le parece solo en apariencia: la inmediatez. Y esa confusión nos está costando caro. Porque vivir en el presente te da libertad; vivir en la inmediatez te la quita. La inmediatez nos ha vuelto impacientes en nuestras relaciones. Exigimos respuestas al instante, validación constante, atención inmediata. Si al
El precio de la inmediatez es el presente
La Nueva Crónica1 hrs ago58


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