McLaren llegó con todo a favor: velocidad, control y el envión de un auto que había dominado durante el fin de semana. Pero la Fórmula 1 suele castigar la soberbia del destino y premiar la lucidez estratégica. Max Verstappen, en un domingo que comenzó cuesta arriba y terminó en éxtasis, aprovechó el único resquicio que McLaren dejó abierto y transformó un día complicado en una victoria monumental.
El primer quiebre llegó con el Safety Car por el choque de Hulkenberg. McLaren mantuvo en pista a Piastri y Norris, confiados en su ritmo, mientras Verstappen ingresó a boxes en el instante exacto. Esa decisión simple en apariencia, decisiva en su timing reorganizó por completo la estructura de la carrera. Los McLaren quedaron al frente, sí, pero hipotecados por una parada pendiente que, más a

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