Primero cantó Calle Melancolía con mensajes a Madrid y luego dijo: "Esta gira que empezó llamándose 'Hola y Adiós' ya solo se llama adiós. Me he colado en la memoria de varias generaciones. Sin vosotros, mis canciones no existirían".

El Movistar Arena, lleno hasta la última viga, despidió a un Joaquín Sabina con bombín que ha vivido para cantarlo. Y cuya voz ronca trataban de silenciar los aplausos casi incesantes, apabullantes.

En el foso, todos sus amigos, Ana Belén, Víctor Manuel, Benjamín Prado, David Trueba... Y en las gradas, miles de devotos, de peregrinos de sus temas, de sus poesías cosechadas a lo largo de más de 40 años de escenarios, whiskies, cigarros, caídas y resurrecciones.

No negó nada Sabina, ni la verdad, en su noche de despedida, una página de la historia tanto como

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