La madrugada no miente. A esas horas, la ciudad muestra su verdadera cara: una mezcla de abandono, indiferencia y cobardía social. Por eso, este fin de semana, Yurimaguas nos lanzó a la cara una verdad brutal: estamos dejando morir la infancia. No lentamente, no con sutilezas, sino a plena vista… a la 1:00 a.m., en una calle oscura, vendiendo golosinas como si eso fuera normal.
La imagen recorrió las redes: un niño de unos 10 años, solo, caminando como si la niñez fuera un lujo prohibido. Un niño con una bolsa de dulces en la mano y el miedo como único acompañante. Ahí estaba, desvelado y vulnerable, mientras el mundo dormía sin culpa.
Cuando una persona, una de las pocas que todavía no ha perdido su humanidad, se acercó a preguntarle por qué seguía en la calle, ocurrió lo inevitable: el

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