Durante las últimas semanas, Mali ha vivido una de las crisis más graves desde que comenzó su guerra contra el terrorismo islámico en el Sahel. Su capital, Bamako, sufrió durante los meses de septiembre, octubre y de noviembre un desabastecimiento casi total de combustible, como consecuencia de un bloqueo impuesto por la principal coalición yihadista en el país, el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM). El cerco provocó apagones, colapsó el transporte, las escuelas tuvieron que cerrar durante más de dos semanas y se notó una parálisis general en los servicios esenciales.

Sin embargo, la situación se ha relajado en los últimos días. Las últimas informaciones señalan un aumento puntual del suministro en la capital y una cierta reactivación de la vida cotidiana. Este alivio

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