Un fenómeno que muchos hemos observado pero que pocos se atreven a cuestionar ahora tiene respaldo científico. Según estudios publicados en Frontiers in Psychology, los hombres expresamos nuestras emociones con mucha más intensidad durante un partido de fútbol que en situaciones sentimentales o afectivas. Y lo viví en carne propia: la eliminación de Guatemala del camino al Mundial me hizo llorar. No por debilidad, sino porque el fútbol es ese espacio donde a los hombres se nos permite sentir sin filtros. Donde gritar, llorar o frustrarse por un gol fallido se interpreta como pasión y entrega, no como fragilidad. La cultura deportiva nos da permiso para soltar emociones que, en otros contextos —como una ruptura amorosa o una conversación difícil—, serían juzgadas o malinterpretadas. En lo a

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