El sonoro portazo con el que Junts replicó al Gobierno el pasado jueves en el Congreso, al conformar con el PP y Vox la mayoría absoluta que tumbó la senda de déficit, no solo anticipó la condena de los presupuestos generales del Estado que Pedro Sánchez está empeñado en presentar pese a no disponer de apoyos, sino que ya pareció dejar visto para sentencia el futuro de toda la legislatura.
Pero el jefe del Ejecutivo, asediado además por escándalos de presunta corrupción que ponen plomo en sus alas –el exministro José Luis Ábalos también ingresó en prisión aquel mismo jueves negro–, no está dispuesto a tirar la toalla ni a dar por perdida de antemano ninguna batalla, tampoco la de las nuevas cuentas públicas para el 2026. Sánchez está decidido a intentar recomponer la relación con la forma

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