El Ebro–Osasuna de este dos de diciembre quedó marcado por dos elementos incontestables: el frío que se coló entre los huesos y la afición rojilla que ocupó, con entusiasmo y bufandas bien apretadas, buena parte de la grada visitante. Más de 400 aficionados osasunistas se desplazaron para acompañar a su equipo en un choque que, sobre el papel, podía presumir de cierta tensión por la histórica rivalidad entre rojillos y el Zaragoza. De hecho así estaba catalogado, como de alto riesgo, pero la tranquilidad reinó, aunque algún cántico sobró.
Los seguidores rojillos se dejaron sentir en las inmediaciones del campo pero ya cuando amenazaba el inicio del encuentro, mezclándose sin problemas con la afición local. Una convivencia tranquila y natural , priorizando el buen rollo por encim

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