Creció con una convicción: quería cantar, actuar y contar historias . Lo hacía frente a una cámara o un espejo, inventando mini conciertos para una audiencia imaginaria. Su familia, aunque no pertenecía al mundo artístico, la observaba con mezcla de curiosidad y desconcierto, sin saber que estaba presenciando el inicio de una carrera que más tarde llamaría la atención global.

A los 11 años, mientras otras niñas se ocupaban de la escuela o los deportes, ella dedicaba horas a preparar audiciones. Memorizaba diálogos y canciones y practicaba frente a la pantalla. Sin contactos y sin garantías, se abrió camino con la única herramienta que tenía: la insistencia. Cuatro veces golpeó la misma puerta, cuatro veces la rechazaron, y aun así decidió seguir regresando .

Pero su tenacidad encontr

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