Por más de dos décadas, Erwin Carreño ha sido maquillador. Pero reducir su historia a brochas, bases y sombras sería un acto injusto. Su oficio empezó como un secreto y terminó convirtiéndose en un refugio —primero para él, luego para miles de personas que lo siguen en redes sociales buscando algo más que un tutorial: buscando consuelo.
Hoy, a los 48 años, Erwin cuenta su historia sin temblor en la voz. Pero detrás de cada logro hay silencios que lo acompañaron por años.
El maquillaje como refugio… y también como miedo
Erwin descubrió desde joven que transformar un rostro era también tocar una fibra emocional. No era vanidad: era autoestima. Era devolverle a alguien la posibilidad de mirarse al espejo sin dolor. Sin embargo, crecer en Bucaramanga, en un entorno tradicional y profundamen

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