Un equipo de Canadá ha desarrollado una microbatería elástica y biodegradable, capaz de alimentar sensores y wearables sin usar metales pesados. Su secreto está en la gelatina, los ácidos naturales y un diseño que imita el kirigami japonés.

Durante décadas hemos avanzado hacia dispositivos cada vez más pequeños, más inteligentes y más conectados. Pero había un problema que nadie sabía resolver del todo: ¿qué pasa con las microbaterías cuando cumplen su función? La mayoría acaban en vertederos, liberando metales pesados y compuestos que permanecerán ahí durante siglos. Un equipo de la Universidad McGill, en Canadá, cree haber encontrado una respuesta inesperada. Y empezó —literalmente— con un limón.

La idea es tan sencilla como ingeniosa, cuenta EcoInventos. Los investigadores recordaron

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