La expectativa estaba latente. Esa ansiedad ingenua de las madrugadas previas a un estreno que uno no quiere admitir que espera. Y ahí está: la quinta temporada de Stranger Things , esa serie que empezó siendo sobre adolescentes y que ahora habla también de quienes miramos desde el otro lado del calendario, los que atravesamos los 50 con la misma fidelidad con la que guardábamos casetes TDK o las entradas rotas de los viejos cines de barrio.

La serie vuelve con su homenaje habitual al cine de los ochenta , pero esta vez el gesto ya no es un simple revival estético: es un reconocimiento emocional . Un puente hacia esa generación silver que no solo vio ese cine, sino que lo vivió como un rito de iniciación. Como una pedagogía de la aventura.

En estos primeros episodios hay un jueg

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