La boda de los primos, una mañana de Reyes en casa de los abuelos, las primeras vacaciones en Benidorm o una excursión a la nieve... Quien más quien menos conserva en su casa –o semienterradas en un trastero– películas familiares grabadas en Super 8 o VHS, a las que damos un valor sentimental por lo que tienen de fragmentos de nuestra propia memoria, pero en las que nunca pensaríamos en términos cinematográficos. Menos aún hoy en día, cuando el uso masivo de los móviles ha hecho posible que cualquiera pueda convertirse en videógrafo.
“Pero aunque realizados de una manera personal o no profesional, su acumulación nos da una información sobre prácticas y hábitos sociales que de otra manera no tendríamos, porque no existen registros”, señala la investigadora Núria F. Rius, que junto al cated

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