En la mayoría de hogares españoles, la noche del 24 de diciembre se asocia a renos, trineos y ese anciano vestido de rojo que reparte ilusión y que todos conocemos como Santa Claus o Papá Noel . Sin embargo, en el País Vasco , Navarra y el País Vasco francés la escena es muy distinta. Allí, los niños no esperan a Papá Noel. Esperan a un carbonero de montaña , un personaje con las manos manchadas de hollín y cuya historia mezcla tradición, mitología y también ternura. Ese personaje es el Olentzero , uno de los iconos más queridos de la Navidad en el País Vasco. Un minero que reparte regalos a los niños y del que te explicamos ahora todos los detalles.
Lo sorprendente es que quien lo ve por primera vez podría pensar que no tiene nada que ver con la imagen amable del Santa Claus globalizado que todos tenemos en mente. Y, aun así, su figura despierta la misma emoción a los niños vascos. Cada año, miles de familias siguen su llegada, sus canciones y, por supuesto, su promesa : dejar regalos a quienes han tenido un buen comportamiento durante el año. Un ritual que tiene tanto de celebración familiar en el País Vasco como de legado cultural. Pero su popularidad actual oculta un pasado lleno de matices. Porque el Olentzero que hoy baja de las montañas a lomos de un burro, con su pañuelo al cuello y sus alpargatas, no siempre fue así. Su historia, contada de generación en generación, ha ido transformándose, adaptándose y, en algunos momentos, incluso reinventándose por completo. Por eso, entender quién es este Papá Noel vasco es asomarse a un relato que combina folclore, etimología, tradición cristiana y un pasado no exento de sorpresas.
Así es el Papá Noel vasco
El Olentzero, tal y como se representa hoy, es un carbonero bonachón que desciende de la montaña la noche del 24 de diciembre para dejar regalos a los niños y niñas que han sido buenos todo el año. Básicamente, hace lo mismo que Santa Claus, pero en el caso de este Papá Noel vasco, él no viaja en trineo ni lleva traje rojo. Su aspecto es más rudo y más ligado a los oficios tradicionales del País Vasco. Su rostro está además ennegrecido por el carbón, lleva un pañuelo al cuello, txapela y alpargatas. Suele aparecer acompañado de un burro y, según la canción popular, es un «cabezón muy inteligente» (buru handia entendimentuz jantzia), amante del buen comer y del buen trago.
La leyenda sitúa su aparición en la villa navarra de Lesaka , aunque con el tiempo se extendió por todo el territorio. Pero s u origen exacto, y sobre todo el significado de su nombre, continúa siendo motivo de debate entre investigadores de la historia vasca. Una de las teorías más antiguas es la del historiador Lope Martínez de Isasti, quien en 1625 defendía que a la Nochebuena se la llamaba onenzaro, «tiempo de lo bueno». Desde esa interpretación, Olentzero no sería inicialmente un personaje, sino una fecha.
Otros autores, como Julio Caro Baroja, apuntan a una relación con las oleries francesas, canciones navideñas que comenzaban por la letra O. De ahí surgirían variantes como olantz, orentzero o onontzaro, según la zona. No existe unanimidad, pero sí una idea común: el término ha mutado con los siglos igual que la tradición que lo acompaña.
Además, algunos estudios relacionan al Olentzero con antiguos rituales paganos del solsticio de invierno, en los que el fuego era el símbolo central. Su nombre podría referirse al tronco que debía mantenerse encendido hasta Nochevieja o incluso hasta Reyes. Con la cristianización, la figura habría adoptado un nuevo papel: convertirse en el mensajero que anuncia el nacimiento de Jesús.
Una historia que también tuvo un lado oscuro
Aunque hoy inspire ternura, no siempre fue así. Durante el siglo XVIII , el Olentzero llegó a provocar auténticas pesadillas infantiles. Su imagen se utilizaba como advertencia : un personaje que bajaba por la chimenea empuñando una hoz para castigar a los niños desobedientes. Algunas versiones lo describían con 365 ojos y orejas ( uno por cada día del año) para vigilar el comportamiento de todos los pequeños sin que se le escapara nada.
Con el tiempo, esas interpretaciones oscuras se diluyeron. La celebración europea de San Nicolás y la tradición de intercambiar regalos contribuyeron a suavizar la figura hasta convertirla , ya en el siglo XX, en un personaje amable y optimista , una figura navideña comparable en función y cariño al Papá Noel global, pero profundamente arraigada en la cultura vasca.
Por último, no podemos hablar del Olentzero sin mencionar a Mari Domingi. Su presencia es relativamente reciente, pero ha ido ganando protagonismo. Aunque no existe una versión única sobre su origen o su misión exacta, suele representarse como la mujer que acompaña al carbonero en su travesía. Juntos simbolizan una visión más igualitaria y moderna de la tradición, algo que muchas localidades han abrazado con naturalidad.

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