Sequías e inundaciones son dos fenómenos climáticos extremos relacionados entre sí y que han afectado históricamente a la cuenca mediterránea. Desde el año 1259 existen, por ejemplo, registros de inundaciones en la Cuenca del Río Segura, las cuales generaron grandes pérdidas materiales y humanas.

A pesar de que los fenómenos climatológicos extremos son endémicos de la cuenca mediterránea, el cambio climático hace que sean cada vez mas frecuentes e intensos. Es una tendencia que afecta cada vez a más regiones y que se espera que vaya en aumento en las próximas décadas.

Además, el crecimiento de zonas urbanas sin una planificación urbanística adecuada, la intensificación de la agricultura y una deficiente gestión integrada de los recursos hídricos han dado como resultado una mayor exposición y vulnerabilidad de las sociedades a sufrir los impactos de sequías e inundaciones.

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Impactos del cambio climático en Europa

En los últimos años hemos sido testigos de la magnitud e intensidad que esos eventos han tomado en Europa. Claros ejemplos de ello son las sequías que afectaron en 2022 a distintos países y dejaron al descubierto las “piedras del hambre” en la cuenca del río Elba; el incendio en la región de Evros, Grecia, que en 2023 asoló cerca de 90 000 hectáreas, considerándose el más extenso registrado en Europa; o las inundaciones por la dana en la región de Valencia en octubre de 2024, que se convirtieron en las más destructivas en la Unión Europea en cuanto a daños personales y materiales, a pesar de no ser las más extensas en superficie.

Infraestructuras grises y la falsa sensación de seguridad

Durante décadas, las instituciones han priorizado la construcción de “infraestructuras grises” como presas, embalses o la canalización de ríos con el fin de almacenar agua para riego, proteger a las poblaciones frente a las inundaciones y facilitar la evacuación rápida de aguas pluviales.

A pesar de estos esfuerzos masivos, el riesgo de sufrir inundaciones y sequías no sólo no ha disminuido significativamente, sino que en muchas ocasiones incluso ha aumentado por la disminución efectiva de la superficie de la llanura aluvial. También por una mayor concentración de las poblaciones y las actividades económicas en áreas percibidas como de mayor protección.

Soluciones basadas en la naturaleza en cuencas mediterráneas

Para hacer frente a esta situación, diferentes instituciones internacionales reclaman la implementación de soluciones basadas en la naturaleza (SBN). Alternativas o complementarias a las infraestructuras grises, las SBN son acciones enfocadas a favorecer las funciones de los ecosistemas.

La evidencia científica ha mostrado, por ejemplo, su gran potencial para retener e infiltrar agua en suelos y subsuelos, reduciendo así la gravedad de sequías e inundaciones.

Pero ¿cuáles deben ser las soluciones prioritarias en las cuencas mediterráneas? ¿Y qué medidas se pueden tomar para facilitar su puesta en marcha?

1. Reforestación de cabeceras de cuencas y subcuencas

Las tradicionales reforestaciones en cabeceras de cuencas y subcuencas de los ríos son una medida altamente efectiva. Pero no se deben llevar a cabo de cualquier manera.

Si bien el aumento de la cobertura forestal puede mitigar, al menos parcialmente, los impactos negativos de las inundaciones, también pueden surgir desventajas importantes con respecto a las sequías. Esto se debe a un mayor consumo de agua por la vegetación (evapotranspiración) y a una menor entrada de agua a los embalses.

Por ello, es especialmente relevante tener en cuenta un buen diseño de la reforestación y una buena gestión posterior. Se debe priorizar el uso de especies nativas y de diferentes estratos arbóreos y arbustivos, así como el control estratégico de la densidad; por ejemplo, a través de una gestión silvopastoral para reducir el riesgo de incendios.

2. Renaturalización del río y la llanura aluvial

En segundo lugar, es crucial poner en práctica soluciones con un impacto en la parte media del río y la llanura aluvial. Un caso de éxito lo constituye la restauración fluvial del río Arga (Navarra). En su ecosistema han sido implementadas diversas medidas para disminuir el riesgo de inundación de las poblaciones colindantes, como la eliminación de escolleras, la conexión del río con meandros abandonados y el retranqueo (alejamiento) de las motas del río, es decir, las estructuras de tierra elevadas construidas en sus orillas para proteger las áreas circundantes.

Estas acciones tratan de devolver el espacio natural de los ríos para que el agua pueda fluir disipando su energía. Recientemente, un estudio ha revelado que estas soluciones podrían ser adecuadas en cuencas tan importantes como la cuenca del río Segura, representativa de muchas cuencas mediterráneas. No obstante, su implantación implica varios desafíos debido principalmente a la necesidad de expropiación de terrenos con alto valor económico, lo que puede generar rechazo social y ser el detonante para la inacción política.

3. Agroecología

Junto a las medidas anteriores, habría que priorizar soluciones en tierras agrícolas basadas en prácticas agroecológicas. Bajo los principios de utilización dinámica de la biodiversidad, cierre de ciclos de nutrientes y aguas, y generación de sinergias entre los componentes del ecosistema agrícola se derivan una gran variedad de prácticas altamente efectivas para regenerar suelos degradados, regular ciclos hidrológicos y producir alimentos sanos y de alta calidad nutricional.

La reducción de la labranza y el mantenimiento de cubiertas vegetales sembradas o naturales es, por ejemplo, clave para frenar la erosión y aumentar la infiltración de agua, disminuyendo la concentración de flujos cargados de sedimentos aguas abajo. Además, el uso de compost y estiércoles animales en sustitución de fertilizantes de síntesis química aumenta la materia orgánica y la biodiversidad del suelo, mejorando su capacidad de retención de agua.

Por otra parte, la recuperación de las terrazas tradicionales de piedra seca (técnica que no usa aglutinante), la implantación de setos vegetales en las lindes de los campos, o el diseño de las plantaciones en línea clave (diseño que se basa en generar canales en el suelo con pendientes muy leves que conducen el agua de lluvia desde las zonas más altas a las zonas mas llanas de un terreno distribuyéndola de manera uniforme) son soluciones que ayudan a frenar la escorrentía y aumentan la retención de suelo y agua.

Para finalizar, debido a su diversificación y complejidad ecológica, los sistemas agroforestales y silvopastorales han sido destacados como grandes aliados para hacer frente al cambio climático, regulando el ciclo hidrológico

4. Infraestructuras verdes en zonas urbanas y periurbanas

Es crucial no olvidar las zonas urbanas y periurbanas, muchas de ellas ubicadas aguas abajo. Existen múltiples soluciones basadas en la naturaleza que, aplicadas en conjunto y en superficies amplias, pueden ayudar a aliviar los impactos de sequías e inundaciones.

Algunas de las más comúnmente implementadas incluyen parques de inundación, bosques urbanos, sistemas de drenaje sostenible, techos verdes, pavimentos permeables, corredores verdes y arbolado urbano.

Estas soluciones ayudan a amortiguar las temperaturas y a minimizar el efecto isla de calor, tan común en muchas ciudades mediterráneas. Además, resultan de gran atractivo para la población, ya que se prestan a la realización de actividades recreativas, deportivas, educativas y turísticas.

Estas medidas “aguas abajo” deben aplicarse junto a las soluciones “aguas arriba” o que retienen el agua en origen, evitando así los picos extremos en los caudales de los ríos y ramblas.

Cómo fomentar estas soluciones

A pesar del gran potencial de las soluciones basadas en la naturaleza y del bajo coste que implican, su adopción sigue siendo limitada, en gran parte debido a barreras socioeconómicas, culturales, legislativas y políticas. También influye la falta de procesos participativos para buscar soluciones adaptadas a los contextos locales. No obstante, existen una serie de propuestas que pueden ayudar a fomentar la implantación de este tipo de medidas:

  • Una gobernanza responsable del territorio y de los usos del suelo.

  • La formación y fortalecimiento de capacidades en responsables políticos y personal técnico.

  • La gestión integrada de cuencas hidrográficas y de los recursos hídricos.

  • El aumento de recursos económicos destinados a la implementación de prácticas agroecológicas, por medio de políticas públicas y colaboración público-privada.

  • El fortalecimiento de la normativa en cuestión de protección de humedales, riberas y llanuras aluviales.

  • La generación de procesos participativos y de ciencia ciudadana que involucren a la ciudadanía en la toma de decisiones adaptadas a las necesidades y realidades del territorio.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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