Vladimir Putin no quiere un acuerdo, y la satisfacción de que le rueguen que lo acepte es algo que el presidente de Rusia disfruta. Las cinco horas de reunión del enviado y yerno del presidente estadounidense Donald Trump con el jefe del Kremlin parecieron dar pocos resultados públicos. Conviene tomar distancia y ver el mundo y la invasión rusa a través de sus ojos.

Es una guerra que Putin inició, con la esperanza de que en cuestión de días podría devolver a Rusia al mapa como la fuerza militar preeminente en Europa, capaz de una acción decisiva después de la vergonzosa retirada de Estados Unidos de su guerra más larga en Afganistán. Su esperanza de una victoria rápida se transformó en una fea guerra de desgaste. Durante un tiempo, la derrota estratégica se cernía, con la ayuda de Estados

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