El día amanece cubierto y lloviznando. Pero tengo previsto visitar Pompeya y me acerco a la estación con inquebrantable esperanza, que se hace añicos al constatar que la nube sigue igual. Pero, ya puestos, entro en Napoli Centrale y tomo el tren. Destino… Sorrento.
Salimos hacia el sur engarzando estaciones dispuestas al borde del golfo de Nápoles. Han cantado sus aguas, sus luces, su aroma, Caruso, Pavarotti e incluso Elvis Presley. Pero hoy, este ideal mediterráneo se reduce a un mar de plomo sin horizonte. Y será por la nube, que acabo pensando en la polvareda ardiente que, en el año 79, sepultó Herculano y Pompeya. Hoy, sin embargo, por mucho que sepa que estará por allí, del cono volcánico del Vesubio, ni rastro.
Sorrento disfruta de un emplazamiento privilegiado salpicado de hotele

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