No es extraño leer que tras un suceso o atentado hay un joven que se ha radicalizado a través de las redes sociales. Yihadismo, lobos solitarios, incels, TikTok, Telegram, 4chan, foros con imágenes violentas, tiroteos retransmitidos en directo… Estos términos se pueden interrelacionar sin problema en hechos acaecidos los últimos años.

Series como Adolescencia han ayudado a que algunas personas tomen contacto con esas realidades, también a llenarles de preocupación respecto al uso de los móviles por parte de los más jóvenes.

Pero hay lugares peores, más oscuros y difíciles de entender. No hablo de cuestiones políticas, sino de gente que comparte asesinatos, secuestros, accidentes y cualquier vídeo o imagen de difícil visionado… por simple ocio.

La novela Amigdalatrópolis, recientemente p

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