El océano que vemos es inmenso, azul, inquieto. Pero existe otro que nunca veremos, escondido a cientos de kilómetros bajo nuestros pies. Es un océano atrapado en piedra, en el interior del planeta. No es un mar líquido, su agua no fluye ni forma olas. Vive encerrada en minerales que respiran con la presión de la Tierra y guardan dentro moléculas que algún día pertenecieron a la superficie.

Los científicos lo encontraron sin tocarlo. No hay máquina capaz de perforar siquiera un uno por ciento de la distancia que nos separa de él. La única pista vino de los terremotos. Cuando las ondas sísmicas cruzaron la zona donde se encuentra este océano profundo, se desaceleraron de un modo extraño, como si la roca estuviera más blanda o más hidratada de lo que debería. Esa anomalía solo podía explica

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