En México, los corridos cuentan la vida de personajes que se mueven en la frontera de la ley. Son cantos de respeto ganado a punta de miedo, de hombres que patrullan de arriba a abajo para recordarles a todos quién manda. El mayor de los Ranas de Víctor Valverde retrata a uno de esos jefes: siempre visible, con aparato en mano, rodeado de un séquito que le juró obediencia. El poder allí no se mide en argumentos ni en resultados, sino en despliegue, ruido y lealtad sin fisuras.

Colombia no canta corridos, pero sí parece gobernarse bajo esa misma estética. Gustavo Petro prometió un cambio histórico, un gobierno que transformaría la política, la economía y la vida social. Sin embargo, lo que vemos con frecuencia se parece más a la figura del mayor de los Ranas: un presidente que patrulla a

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