Al acabar su recorrido como deportista, son muchos los que se ven en las mismas en España. Cuando rompen la burbuja y se asoman a una entrevista laboral, el entrevistador les pregunta qué hicieron en su juventud, si estudiaron, si trabajaron en algo, si tienen experiencia profesional, más allá de la deportiva.

–Bueno, yo corría.

–Yo nadaba.

–Yo anotaba canastas.

Por lo general, ante esas respuestas, el entrevistador enarca una ceja, endurece el gesto y ya, todo se ha torcido.

Al deportista, de poco le sirve correr, nadar o encestar cuando ha alcanzado los 35 años, o los cuarenta: cuando sale ahí fuera, en busca de la plaza laboral –insistimos, más allá de la plaza deportiva que ha tenido hasta ahora–, se enfrenta a un Everest.

Este tema se ha planteado en infinidad de ocasiones y for

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