Al PSOE le ha explotado en la cara aquello que juraba tener más blindado: su supuesta superioridad moral en materia de feminismo. Y el estallido no ha sido menor. Ha sido una cadena de denuncias, escándalos y silencios cómplices que dibujan un panorama inquietante: un partido que hace bandera de la igualdad mientras convive, con más naturalidad de la deseable, con comportamientos machistas, vejatorios y directamente incompatibles con cualquier discurso progresista. Porque no hablamos de militantes de base ni de concejales perdidos en el mapa. Hablamos de secretarios de organización, de altos cargos, de hombres fuertes del aparato: Ábalos, Salazar, Antonio Navarro, secretario general de Torremolinos… y ese cameo permanente en todos los despropósitos llamado Koldo. Y, sin embargo, durante añ

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