La alfombra roja vibraba, las cámaras destellaban sin pausa y, aun así, había un rincón del Faena Art Center en el que la energía cambiaba. No era casualidad: Nacho Russo y Leandro Paredes se volvían a encontrar en un contexto completamente distinto al último que habían compartido. Un reencuentro que llevaba inevitablemente a un nombre: Miguel Ángel Russo , el entrenador de Boca que marcó, de maneras distintas pero igualmente profundas, la vida de ambos.
Para Nacho, era su papá. Para Leandro, un maestro, un guía y un sostén en momentos clave de su carrera. Y para el fútbol argentino, Russo fue -y seguirá siendo- una figura entrañable. Un hombre de carácter firme pero corazón enorme, que dejó huella en cada vestuario que pisó y que supo transitar sus últimos años con una serenidad

Revista GENTE Entretenimiento

Infobae
QUEPSSASALTA
Todo Noticias
New York Post