Cada 8 de diciembre aparece marcado en rojo en el calendario español. Es festivo nacional, pero su significado suele quedar difuminado entre viajes, escapadas y el inicio del puente de diciembre. Sin embargo, detrás de esta fecha hay una historia que atraviesa siglos y que explica por qué España mantiene viva esta celebración, mucho más antigua que el propio calendario laboral.

El origen religioso del día parte del dogma de la Inmaculada Concepción, la creencia de que la Virgen María fue concebida sin pecado original. Esta doctrina fue proclamada oficialmente por el Vaticano en 1854, aunque la devoción en España había aparecido mucho antes, especialmente desde la Edad Moderna. Esa carga simbólica sería decisiva para que el 8 de diciembre terminara convertido en festivo nacional.

Pero si hay un acontecimiento que transformó esta fecha en algo más que una celebración religiosa, ese fue el llamado Milagro de Empel. Según detalla el archivo oficial del Ejército de Tierra, en 1585 los Tercios españoles quedaron cercados en la isla de Bommel, en los Países Bajos. En plena desesperación, un soldado encontró una tabla con la imagen de la Virgen entre el barro de las trincheras. Aquella misma noche, el río Mosa se congeló de forma repentina , permitiendo a la tropa cruzarlo y sorprender al enemigo.

La victoria fue tan inesperada que los soldados la atribuyeron directamente a la intervención de la Inmaculada. Desde entonces, la Virgen pasó a ser la patrona de la Infantería española, una tradición que el propio Ejército sigue reivindicando cada año en sus actos institucionales . La historia se integró en la identidad militar del país, convirtiendo el 8 de diciembre en una jornada con un fuerte componente histórico además de religioso.

Entre la fe y la memoria militar

Con el paso del tiempo, el relato del Milagro de Empel trascendió los cuarteles y se consolidó en la cultura popular, reforzado por crónicas, celebraciones locales y una devoción que mantuvo el vínculo entre la Inmaculada y la historia española. ACI Prensa explica que miles de creyentes continúan viendo este día como una celebración litúrgica de gran importancia, con vigilias, misas y procesiones que siguen reuniendo a comunidades enteras.

Ese peso simbólico explica que el 8 de diciembre se haya mantenido como festivo incluso en épocas de secularización creciente. Forma parte de la estructura de festivos estatales aprobada en el calendario laboral, pero también de una memoria colectiva que mezcla tradición católica, historia militar y la costumbre contemporánea del “puente de diciembre”.

Para la mayoría de personas, es un día que abre la puerta a los preparativos navideños , reuniones familiares o escapadas antes de las fiestas. Sin embargo, su permanencia en el calendario recuerda que, detrás del descanso, hay un entramado cultural que ha sobrevivido durante siglos y que conecta a la España de hoy con la de los Tercios.

El 8 de diciembre es, en definitiva, una fecha que une lo religioso y lo profano , lo histórico y lo cotidiano. Un día que parece ligero, casi vacacional, pero que lleva a sus espaldas un relato épico que comenzó en un invierno de 1585 y que sigue marcando el ritmo del último mes del año.