Entre la multitud, el profundo sonido de la trompeta de caracol se robaba la atención de propios y extraños. No solo por el ritmo que producía, sino por la persona que lo hacía resonar.

Era un hombre mediano, de barba cana y piel morena, con un sombrero que unas veces le servía para cubrirse del sol y otras, para ventilarse un poco. A su lado, ella sostenía con ambas manos una enorme bandera, que ondeaba con orgullo.

Estaban a un costado de la enorme explanada municipal de San Juan Bautista Tuxtepec . No ocupaban el templete ni alzaban la voz, pero su presencia hablaba por sí sola. Estaban ahí, de pie, atentos y aplaudían a cada palabra. Una escena breve, sencilla, pero cargada de simbolismo.

A ratos la bandera parecía caerse, pero ella se mantenía firme y con una sonrisa leve que ocu

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