En 1989, la periodista Margo Kaufman relataba en Los Angeles Times cómo un desconocido gritó "¡Eh, feos!" al ver a sus dos carlinos paseando por la calle. No era un caso aislado, en su crónica comentaba que los comentarios despectivos se acumulaban día tras día. En aquel momento, estos perros eran vistos como anomalías cómicas, muy alejados del prestigio que tenían el pastor alemán o el labrador.

Tres décadas después, el mundo ha dado la vuelta. Lo que antes provocaba una burla, hoy genera fascinación. Las redes se han llenado de chihuahuas sin pelo, crestados chinos desdentados, bulldogs que resoplan como locomotoras y grifón de Bruselas idénticos a un Ewok . El fenómeno es tan visible como innegable: nos estamos enamorando de los perros feos.

El auge de los perros feos. El dato

See Full Page