Los pulpos poseen una estructura corporal que parece diseñada para la autonomía. Cada brazo actúa con independencia y a la vez mantiene conexión con un sistema nervioso distribuido por todo el cuerpo. Esa organización permite a estos animale s realizar movimientos simultáneos y coordinar acciones complejas sin depender del cerebro central. Su inteligencia se expresa en tareas concretas, en la capacidad de resolver problemas y en el uso preciso de cada extremidad. El resultado es una combinación funcional que les ha permitido adaptarse a entornos cambiantes y explorar con eficacia el fondo marino.
Un estudio revela la especialización de cada extremidad
El estudio que ha motivado esta investigación demuestra que los pulpos no emplean todos sus brazos del mismo modo. Publicado en Scientific Reports y dirigido por la bióloga Chelsea O. Bennice y el investigador Roger Hanlon , el trabajo describe la relación entre las distintas extremidades y las tareas que desempeñan. Los especialistas observaron que las dos delanteras se dedican sobre todo a la exploración y manipulación de objetos, mientras que las posteriores sirven para el desplazamiento o la elevación del cuerpo . Esta diferenciación se basa en miles de registros de movimientos analizados durante varios años.
El cuerpo del pulpo se sostiene sobre un sistema muscular muy singular. Cada brazo contiene cuatro grupos de músculos organizados alrededor de un nervio axial . Ese conjunto actúa como eje sensorial y motor que transmite órdenes a lo largo de la extremidad. Los músculos pueden alargarse, acortarse, doblarse o girarse, lo que confiere una flexibilidad superior a la de cualquier vertebrado. En las grabaciones, los investigadores comprobaron que las patas pueden adoptar formas distintas en cada segmento, desde la base hasta la punta, y realizar acciones diferentes de manera simultánea.

Para documentar este comportamiento, los biólogos registraron más de 4.000 movimientos de 25 pulpos de tres especies distintas. Las observaciones se llevaron a cabo en seis ecosistemas, entre ellos la ría de Vigo y arrecifes del Caribe. De esa recopilación surgió un etograma , un catálogo de conductas que incluye quince tipos de acciones y doce movimientos básicos. Las combinaciones resultantes alcanzaron 6.781 deformaciones , lo que refleja el grado de complejidad motora del animal. Cada patrón se clasificó según la posición del brazo y su función dentro de la secuencia general.
Su red nerviosa periférica multiplica la autonomía del cuerpo
Antonio Figueras , investigador del Instituto de Investigaciones Marinas del CSIC, ha recordado en The Conversation que los pulpos concentran la mayor parte de sus neuronas en la periferia . Según sus cálculos, “tienen siete veces más neuronas en la periferia que en el centro, mientras que en los humanos la relación se invierte, de cinco a seis más en el sistema nervioso central que en el resto del cuerpo”. Esa distribución explica por qué cada brazo puede tomar decisiones de manera casi independiente . En 2022 se comprobó además que cada extremidad mantiene conexiones nerviosas con las dos adyacentes, lo que apuntala la coordinación local entre segmentos.
El análisis de los resultados confirmó que cada una de las ocho patas es capaz de realizar cualquier movimiento , aunque con preferencias funcionales. Los brazos delanteros dominan la exploración del entorno, responsables del 64% de las acciones registradas. Los traseros intervienen el 36 % de las veces, sobre todo para empujar o mantener el equilibrio. No se detectó lateralización: las extremidades izquierdas y derechas ejecutaron prácticamente la misma cantidad de tareas . Los investigadores concluyen que el pulpo reparte la actividad de forma equilibrada, adaptándose a las necesidades del momento.

Las ventosas desempeñan un papel esencial en ese control. Cada brazo tiene unas cien, y cada una contiene miles de neuronas capaces de reconocer sabores y texturas. Roger Hanlon , del Laboratorio de Biología Marina de Estados Unidos, explicó que “cada ventosa es un genio quimiotáctil, el equivalente a la nariz, los labios y la lengua humanos, todo en uno”. En conjunto, un pulpo puede superar los 500 millones de neuronas , distribuidas en un sistema que convierte cada parte del cuerpo en una extensión sensorial activa.
La ingeniería busca replicar la precisión de sus movimientos
Los resultados interesan también a la ingeniería. La Oficina de Investigación Naval de Estados Unidos financió parte del proyecto para trasladar sus conclusiones al desarrollo de brazos robóticos con alta flexibilidad y sensibilidad.
Hanlon explicó que este conocimiento podría servir para crear dispositivos capaces de actuar en espacios estrechos o zonas de difícil acceso , como en un derrumbe o bajo el mar. Según señaló, “se necesita un brazo pequeño y ágil con gran flexibilidad que no solo pueda llegar hasta abajo, sino que también pueda hacer algo útil al llegar”. Esa visión tecnológica conecta el estudio con posibles aplicaciones en rescates submarinos o estructuras colapsadas , donde la precisión y el tacto resultan decisivos.

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